No son rutas comerciales comunes ni viajes de rutina. Son trayectos largos, calculados y vigilados, trazados a través de medio planeta para mover petróleo en un mundo de sanciones y presión geopolítica. Desde Asia hasta el Caribe, y finalmente hasta la costa de Estados Unidos, los petroleros vinculados a Venezuela han navegado bajo seguimiento constante, perseguidos por satélites, interceptados en alta mar y convertidos en piezas visibles de una disputa que ya no se libra solo en despachos, sino también sobre el océano.
El mapa no muestra solo líneas sobre el océano. Muestra una huida prolongada, una vigilancia constante y un pulso silencioso entre barcos y satélites. Desde mediados de año, varios petroleros vinculados a Venezuela han navegado como sombras por las principales rutas marítimas del mundo, perseguidos por una pregunta que los acompaña milla tras milla: ¿hasta dónde pueden llegar antes de ser detenidos?
Mapa muestra el recorrido global de petroleros vinculados a Venezuela, desde el Golfo Pérsico y Asia hasta el Caribe y la costa de Estados Unidos, con puntos de localización e intercepción entre julio y diciembre de 2025.AFP
En octubre, el rastro vuelve a emerger en el sudeste asiático. Malasia, y en particular Telok Ramunia, aparece como una escala estratégica, habitual en operaciones de transferencia y reorganización de cargamentos. Nada en ese movimiento es casual. El petrolero se prepara para el cruce largo, el que lo llevará de vuelta al Atlántico y, finalmente, hacia Venezuela.
La travesía silenciosa
La travesía es extensa y silenciosa. Rodea África, se adentra en aguas profundas y avanza sin anunciar destino. Durante semanas, el barco navega como si el océano fuera un espacio sin fronteras, aunque en realidad cada milla está siendo observada desde el espacio. Satélites comerciales y sistemas de rastreo siguen su avance con precisión quirúrgica.
Desde el Golfo Pérsico hasta el sudeste asiático
Todo comienza lejos del Caribe. En julio, uno de estos buques aparece en el Golfo Pérsico, una región donde el petróleo no solo es mercancía, sino poder. Semanas después es localizado en la isla iraní de Kharg, un punto clave de exportación energética. A partir de ahí, el barco desaparece y reaparece, cambia de rumbo, alarga sus trayectos y evita puertos evidentes, como si cada decisión buscara ganar tiempo.
A mediados de noviembre, el recorrido alcanza su punto más delicado. El petrolero es localizado frente a las costas venezolanas. El retorno parece inminente. Es el momento en que la historia deja de ser solo marítima y se vuelve abiertamente política. Las sanciones, que durante meses han condicionado el viaje, se cierran ahora como un cerco.
Intercepciones y control geopolítico
En diciembre, la tensión se materializa. Estados Unidos intercepta al Skipper. Días después, la señal del buque se debilita, reaparece por última vez y luego desaparece de los sistemas abiertos. El mapa registra esa ausencia como una última posición antes de la captura, una pausa abrupta en un recorrido que parecía interminable.
Una disputa silenciosa sobre los océanos
Lo que está sucediendo en el mar es una versión moderna del control energético global. No hay disparos ni abordajes espectaculares, pero sí seguimiento constante, análisis de datos, coordinación internacional y decisiones políticas que se ejecutan en alta mar.
Cada petrolero interceptado es una señal:
Para Venezuela, es la confirmación de que sus rutas están bajo observación.
Para Estados Unidos, es una demostración de alcance y control.
Para el resto del mundo, es la evidencia de que el comercio del petróleo, incluso en aguas abiertas, ya no es anónimo.
El recorrido de estos buques no es solo una historia de navegación. Es una narrativa de persecución, resistencia y límites. Un recordatorio de que, en el mapa del poder global, los océanos siguen siendo escenario de disputas donde nadie navega realmente solo.



