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ABANICO/ Deepfakes al desnudo

Por Ivette Estrada

La tecnología basada en inteligencia artificial que permite modificar imágenes y videos de manera hiperrealista, que sustituye rostros o crea escenas falsas, se llama deepfake.

El camuflaje, máscara o “engaño” se empleó desde siempre en la cinematografía, educación o entretenimiento. Sin embargo, ahora reviste intereses oscuros en la construcción -o pulverización- de la reputación.

Esto no es nuevo. Antes de la inteligencia artificial, ya existían formas de alterar la percepción de la realidad mediante diversas técnicas como la edición fotográfica manual, montajes cinematográficos, propaganda y manipulación mediática e incluso el ilusionismo y la magia.

Stalin borraba a sus enemigos de las fotografías oficiales, National Geographic alteró imágenes de las pirámides de Giza para que estuvieran más cerca entre si y se acomodaran mejor en su portada mientras el rostro de Abraham Lincoln se traspuso al cuerpo del político estadounidense John C. Calhoun.

De los nuevos usos del truqueo de imágenes y videos pueden dar cuenta los votantes eslovacos, que escucharon el audio falso de un candidato que hablaba de manipular las votaciones y aumentar el precio de la cerveza.

Hoy el límite entre realidad y virtualidad parecen diluirse. ¿Qué es verdad y mentira? La pregunta es exagerada: La idea de que Internet está inundado de imágenes y videos falsos difíciles de detectar simplemente no es cierta. Los deepfakes de vídeo convincentes son muy difíciles de hacer. Requieren una inmensa cantidad de tiempo, recursos y habilidad.

No se limita a colocar un algoritmo a un video. Incluso para un deepfake de solo voz, se tendría que comenzar con el conjunto de clips (muestra breve de sonido) que no tengan ruido de fondo y que se hablen en el tono correcto para generar un deepfake convincente.

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Entonces, si los deepfakes perfectos requieren tanto esfuerzo para crearse, no existirán infinidad de medios sintéticos indistinguibles de la realidad.

Y aquí surge una herramienta no imaginada para develar al deepfake: intuición. Si, aunque suene paradójico en medio de la alta tecnología empleada en este momento, una capacidad eminentemente humana es la que nos “instruye” acerca de la veracidad o no de una imagen o un video.

El mero hecho de ver o escuchar los medios en línea de manera más atenta, permite aprovechar la propia intuición y reducir las posibilidades de creer a un deepfake.

El clérigo Thomas Fuller sintetizó este conocimiento intuitivo como “ver para creer, pero sentir es la verdad”.

Por otra parte, la alfabetización digital y enseñar a las personas a usar las herramientas de IA y  jugar con ellas, puede ayudarlas a comprender de qué son capaces las herramientas y dónde se quedan cortas, lo que hace que las personas detecten mejor las falsificaciones cuando surgen. Las corazonadas y conocimientos son quienes logran desnudar a las deepfakes.

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