Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y director general de Gobierno de Calidad, consultoría de políticas públicas
Una cultura de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) fortalece a las organizaciones al potenciar la innovación, la justicia interna y el rendimiento colectivo. Cuando la diversidad se acota, se pierde talento, legitimidad y capacidad de adaptación.
Ahora, en muchas organizaciones se considera que la paridad de género se reduce a un número. Esta solución simplista contraviene la meritocracia y desdeña un sentido de diversidad sólido y funcional para las empresas.
Ante esto, aparece un modelo que permite sumar distintos puntos de vista, habilidades y sapiencia. Va mas allá del género, la formación académica o cultura. Es un crisol que potencia una gran riqueza a cada proyecto. Es el liderazgo distributivo.
Este tipo de liderazgo no se acota a los cargos, sino de influencia ética. Representa el modelo perfecto para impulsar la equidad transversal en las organizaciones.
Aparece en los equipos pequeños (squads) de Spotify o las células ágiles de Rappi: Cualquier miembro puede liderar desde su experiencia y propósito.
La base en la que se sostienen estos sistemas es la confianza radical. Implica creer que el éxito del otro es el propio. Este esquema reduce burocracia, acelera la innovación y permite que la diversidad se afiance. Para ello requiere organigramas horizontales, empoderamiento y una cultura que privilegia la innovación y las propuestas,
Generar una organización que impulsa la diversidad es valorar más la innovación que el error. Y esto, aunque suene fácil de implementar, requiere desterrar viejos modelos de gestión y toma de decisiones.
Por otra parte, el paradigma del liderazgo distribuido emerge de la diversidad real, no simbólica. Esto es: los equipos más potentes combinan trayectorias, generaciones, culturas y modos de pensamiento. Entonces, la equidad se vuelve tangible cuando la diferencia es celebrada como fuente de innovación.
Lograr la diversidad es integrar el cambio cultural, competitividad, igualdad y escucha activa en la organización. No se trata de cumplir cuotas, sino de transformar el propósito corporativo en acción ética.
Conviene promover, entonces, espacios de diálogo e innovación. Esto porque la equidad se cultiva en espacios donde las voces diversas pueden proponer, disentir y co-crear.
En esa cruzada silenciosa por convertir a la empresa en un referente de diversidad e inclusión aparecen distintos desafíos. Reconocerlos es el primer paso para superarlos.
Uno de ellos son los desafíos invisibles en entornos híbridos: La flexibilidad laboral fragmenta la cultura de diversidad, equidad e inclusión (DEI). El reto ahora es reconstruir vínculos, establecer rituales de pertenencia y prácticas de inclusión que sobrevivan al modelo híbrido.
En tiempos de cambio, la diversidad no es solo una política: es una promesa viva.. Y en cada gesto de inclusión, una forma de justicia que transforma el propósito en legado.



