Comentario: Peligrosas provocaciones de Takaichi exponen revisionismo de derecha japonesa y resurgimiento del militarismo
TOKIO, 21 nov (Xinhua) — La primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, ha expuesto una vez más la peligrosa patología del revisionismo histórico y el resurgimiento del militarismo en Japón.
Al realizar comentarios descaradamente falsos e incendiarios sobre Taiwan, e incluso amenazar con el uso de la fuerza bajo el pretexto inventado de una supuesta “situación que amenaza la supervivencia”, Takaichi está arrastrando a Japón hacia una peligrosa confrontación que no puede justificar ni soportar.
La retórica belicista de Takaichi no es un fallo de juicio aislado, sino la última manifestación de una mentalidad ultraderechista profundamente arraigada que sigue idolatrando el pasado militarista de Japón. Sus declaraciones revelan una arrogancia arraigada, una interpretación fundamental errónea de China y una alarmante negativa a aceptar las realidades de la Asia actual.
Durante décadas, los políticos de derecha japoneses han permanecido anclados a una visión del mundo centenaria, incapaces -o sin tener la voluntad- de superar la mentalidad que en su día alimentó la agresión llevada a cabo por Japón. Su percepción de China no se basa en hechos o acontecimientos contemporáneos, sino en la nostalgia por las ambiciones imperialistas, la negación de las atrocidades cometidas durante la guerra y el desprecio por los solemnes compromisos que Japón asumió al normalizar sus relaciones con China.
Se han vuelto ciegos a las oportunidades que ofrece el desarrollo pacífico de China y, en cambio, se aferran a la fantasía tóxica de contener el desarrollo de China.
En su cálculo político, fabricar una “amenaza china” es una táctica probada y comprobada: una herramienta para avivar el miedo interno, justificar la ruptura de las restricciones de defensa y revivir los impulsos militaristas que una vez causaron un sufrimiento inconmensurable a China y otras naciones asiáticas. La imprudente invocación de Takaichi de “situaciones que amenazan la supervivencia” encaja perfectamente en este guion.
La cuestión de Taiwán es una línea roja que no debe cruzarse y constituye la base política de las relaciones China-Japón. Como líder japonés, Takaichi no ha asumido la responsabilidad de mantener los compromisos adquiridos por sus predecesores y trata de desmantelarlos para obtener beneficios políticos personales.
Takaichi mantiene desde hace tiempo contactos inapropiados con separatistas que abogan por la “independencia de Taiwán”. Más recientemente, también ha impulsado concesiones a una persona que defiende abiertamente la “independencia de Taiwán”, una medida que plantea serias dudas sobre si Japón está ahora fomentando y envalentonando deliberadamente a esas fuerzas.
Su intromisión en la cuestión de Taiwán revela una vez más el revisionismo histórico que impulsa a las fuerzas de derecha japonesas. Demuestra que todavía no están dispuestos a abandonar la ilusión de resucitar el pasado militarista y reafirmar su influencia sobre Taiwán.
Takaichi debe dedicar sus energías a comprender la historia, revisar los cuatro documentos políticos que definen las relaciones China-Japón y aprender a convivir pacíficamente con los países vecinos. Su peligroso juego de exagerar una “contingencia de Taiwán” como una “contingencia de Japón” es nada menos que jugar con fuego.
Si persiste en este camino equivocado, asumirá toda la responsabilidad de las consecuencias. Cualquier acción provocada se enfrentará inevitablemente a contramedidas firmes y resultados por parte de China.

