(Multimedia) Opinión: Hay que proteger el orden de posguerra ante las provocaciones de Japón
Las declaraciones de la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, han provocado una gran conmoción y preocupación. No solo representan una flagrante intromisión en los asuntos internos de China, sino también un desafío abierto al orden internacional de posguerra.
BEIJING, 23 dic (Xinhua) — Hace 80 años, el mundo obtuvo una gran victoria en la guerra contra el fascismo. A costa de decenas de millones de vidas, la humanidad aplastó a las fuerzas fascistas, defendió la civilización y, entre las ruinas de la guerra, construyó el orden internacional de posguerra con la ONU en su núcleo, con la esperanza de prevenir futuras calamidades.
Sin embargo, mientras el mundo conmemora el 80º aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, ha optado por ir contra la corriente de la historia. Al hablar ante la Dieta, vinculó la “situación de amenaza a la supervivencia” de Japón con una “contingencia de Taiwan”, insinuando el uso de la fuerza contra China.
Sus declaraciones han provocado una gran conmoción y preocupación. Representan no solo una flagrante intromisión en los asuntos internos de China, sino también un desafío abierto al orden internacional de posguerra, enviando un mensaje profundamente peligroso y equivocado al mundo.
La derrota de Japón fue un momento histórico clave que condujo a la construcción del orden internacional de posguerra, el cual codificó el retorno de Taiwan a China.
Taiwan ha sido parte del territorio sagrado de China desde la antigüedad. Japón inició la Primera Guerra Sino-Japonesa en 1894 y luego forzó al Gobierno de la dinastía Qing a firmar el desigual Tratado de Shimonoseki, lo que llevó a la colonización japonesa de Taiwan durante 50 años, el capítulo más oscuro en la historia de la isla, marcado por innumerables atrocidades.
En diciembre de 1943, China, Estados Unidos y Reino Unido emitieron la Declaración de El Cairo, que estipulaba que todos los territorios que Japón había robado a China, incluidos Taiwan y las Islas Penghu, debían ser restituidos a China. El término “restituir” significaba tanto reconocer hechos históricos como una reivindicación legal de que Taiwan pertenecía originalmente a China.
En julio de 1945, los tres países firmaron la Proclamación de Potsdam, que la Unión Soviética reconoció posteriormente. Esta reiteró: “Los términos de la Declaración de El Cairo serán llevados a cabo y la soberanía japonesa quedará limitada a las islas de Honshu, Hokkaido, Kyushu, Shikoku y a otras islas menores que determinemos”.
Este documento legalmente vinculante proporcionó una base jurídica inquebrantable para el retorno de Taiwan a China. Japón, en sus documentos de rendición, se comprometió a “cumplir de buena fe las disposiciones de la Proclamación de Potsdam”.
El 25 de octubre del mismo año, el Gobierno chino anunció que reanudaba el ejercicio de la soberanía sobre Taiwan, y la ceremonia para aceptar la rendición de Japón en el teatro de guerra aliado de la provincia china de Taiwan se celebró en Taipei. A partir de ese momento, China había recuperado Taiwan de jure y de facto a través de una serie de documentos con efecto jurídico internacional.
En octubre de 1971, el 26º Período de Sesiones de la Asamblea General de la ONU adoptó, por una abrumadora mayoría, la Resolución 2758, que decide restablecer todos sus derechos a la República Popular China y reconocer a los representantes de su Gobierno como los únicos representantes legítimos de China ante las Naciones Unidas.
Esta resolución zanjó de una vez por todas las cuestiones políticas, jurídicas y procesales de la representación de China en las Naciones Unidas, y cubrió todo el país, incluido Taiwan. También dejó claro que China tiene un solo asiento en las Naciones Unidas, por lo que no existen ni “dos Chinas” ni “una China, un Taiwan”.
El principio de una sola China no solo se convirtió en el consenso internacional, sino que también sentó la base política para la normalización de las relaciones entre China y Japón. La Declaración Conjunta Sino-Japonesa de 1972 establece explícitamente que “el Gobierno de Japón reconoce al Gobierno de la República Popular China como el único Gobierno legal de China” y que “el Gobierno de la República Popular China reitera que Taiwan es una parte inalienable del territorio de la República Popular China. El Gobierno de Japón comprende plenamente y respeta esta posición del Gobierno de la República Popular China, y mantiene firmemente su posición bajo el Artículo 8 de la Proclamación de Potsdam”.
Esta posición ha sido reafirmada explícitamente en tres documentos políticos posteriores firmados por China y Japón. Constituyen el compromiso solemne hecho por el Gobierno japonés y las obligaciones internacionales que debe cumplir como país derrotado de la Segunda Guerra Mundial.
Por lo tanto, las declaraciones provocadoras de Takaichi con respecto a Taiwan poco después de asumir el cargo marcaron una serie de “primeras veces” para un líder japonés desde la Segunda Guerra Mundial. Marca la primera vez desde la derrota de Japón en 1945 que un líder japonés ha defendido en un contexto oficial la noción de que “una contingencia en Taiwan es una contingencia para Japón” y la ha vinculado al ejercicio del derecho de autodefensa colectiva; la primera vez que Japón ha expresado ambiciones de intervenir militarmente en la cuestión de Taiwan; y la primera vez que Japón ha emitido una amenaza de uso de la fuerza contra China.
Estas declaraciones provocadoras constituyen una grave violación del derecho internacional y de las normas básicas que rigen las relaciones internacionales, socavan seriamente el orden internacional de posguerra y contravienen el espíritu del principio de una sola China y de los cuatro documentos políticos entre ambos países. También han puesto seriamente en peligro la base política de las relaciones entre China y Japón y han ofendido profundamente al pueblo chino.
El llamado “Tratado de San Francisco” citado por Takaichi fue emitido excluyendo a importantes partes de la Segunda Guerra Mundial, como la República Popular China y la Unión Soviética, con el fin de buscar un acuerdo de paz separado con Japón. Este documento va en contra de la disposición de no concertar armisticios ni acuerdos de paz separados con los enemigos, establecida en la Declaración de las Naciones Unidas firmada en 1942 por 26 países, incluidos China, Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética, y viola la Carta de las Naciones Unidas y los principios básicos del derecho internacional.
Los hechos históricos no pueden alterarse. El estatus de Taiwan como parte inalienable de China está bien documentado, es verificable y cuenta con respaldo legal. No cambiará con el paso del tiempo ni se debilitará por manipulaciones políticas.
Japón debe afrontar su historia de agresión, reflexionar profundamente sobre sus crímenes y ofrecer una disculpa sincera. Las declaraciones erróneas de Takaichi sobre Taiwan, presentadas como una respuesta a una “situación que amenaza la supervivencia de Japón”, junto con sus amenazas de intervención militar, desafían abiertamente los resultados victoriosos de la Segunda Guerra Mundial, buscando esencialmente negar el orden internacional de posguerra y revivir el militarismo japonés.


