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El inesperado vulcanismo colosal del Marte antiguo

Muchas cuencas que en estudios científicos previos se consideró que eran depresiones dejadas por impactos de asteroides en la superficie marciana hace varios miles de millones de años, ahora se están revelando como calderas volcánicas. Todo apunta a que el Planeta Rojo tuvo un pasado mucho más violento de lo creído.

El equipo de Patrick Whelley, geólogo del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA en Greenbelt, Maryland, Estados Unidos, analizó la topografía y la composición mineral de una parte de una región del norte de Marte llamada Arabia Terra. Y ha encontrado pruebas de que, hace unos 4.000 millones de años, esa zona experimentó miles de “supererupciones”, las mayores erupciones volcánicas conocidas, a lo largo de un periodo de 500 millones de años.

Cada una de esas supererupciones fue tan potente que liberó una masa enorme de polvo y gases en el aire, bloqueando la luz solar y sometiendo el planeta a un clima global alterado, durante décadas.

Después de expulsar al exterior una cantidad de gas y roca fundida equivalente al contenido de 400 millones de piscinas olímpicas, y de extender un grueso manto de cenizas hasta miles de kilómetros del lugar de la supererupción, un volcán de esta magnitud se derrumba sobre sí mismo en un agujero gigante, que es el que se identifica con la estructura volcánica denominada “caldera”. Las calderas, que también existen en la Tierra, pueden medir decenas de kilómetros de extremo a extremo. Las siete calderas de Arabia Terra que han sido estudiadas por el equipo de Whelley fueron confundidas durante mucho tiempo con depresiones dejadas por impactos de asteroides.

Whelley y sus colegas buscaron y hallaron evidencias de la ceniza volcánica. Calcularon la cantidad de erupciones de esa clase necesarias para producir el espesor de ceniza revelado por sus análisis. Resultó que hubo miles de tales erupciones.

En la Tierra, la última supererupción volcánica ocurrió hace unos 75.000 años en Sumatra, Indonesia. La supererupción lanzó la colosal cantidad de 2.800 kilómetros cúbicos de magma, y dejó una gruesa capa de ceniza sobre todo el sur de Asia. En comparación, la cantidad de magma expulsado durante la erupción del Krakatoa en Indonesia en 1883, una de las mayores erupciones documentadas en la historia, fue de unos 12 kilómetros cúbicos.

Llama la atención que Marte, siendo más pequeño que la Tierra, haya registrado una actividad volcánica tan intensa. De hecho, el mayor volcán del sistema solar está en Marte. Este volcán, llamado Olympus Mons, es 100 veces mayor en volumen que el mayor volcán de la Tierra, el Mauna Loa en Hawái. (Fuente: NCYT de Amazings)

Primera muestra que se extrae y encapsula en Marte

El robot Perseverance de la NASA, que llegó a la superficie de Marte en febrero pasado, ha hecho un agujero en una roca, valiéndose de un taladro, y ha extraído una muestra de su interior (un núcleo) para luego encapsularla en un tubo hermético especial de titanio que será recogido en alguna misión futura.

En el marco de la campaña MSR (Mars Sample Return), la NASA y la ESA (Agencia Espacial Europea) están planeando una serie de misiones futuras para transportar a la Tierra los tubos con muestras recogidas por el rover robótico a fin de que puedan ser analizadas en los laboratorios más sofisticados de la Tierra.

Estas muestras probablemente acaben siendo el primer conjunto de materiales identificados y seleccionados siguiendo criterios científicos rigurosos que se envía a nuestro planeta desde otro.

La muestra extraída por el Perseverance es ligeramente más gruesa que un lápiz.

El proceso de extracción y almacenamiento de la muestra comenzó el 1 de septiembre, cuando el taladro rotatorio-percutor situado en el extremo del brazo robótico del Perseverance extrajo el núcleo de una roca marciana plana del tamaño de un maletín, apodada “Rochette”.

Una vez completado el proceso de extracción, el robot fotografió el contenido del tubo aún sin sellar y transmitió los resultados a la Tierra. Una vez que el personal del Control de Vuelo de la misión en la Tierra confirmó la presencia de la muestra en el tubo, envió una orden al robot para que completase el almacenamiento de la muestra.

Tras recibir las nuevas instrucciones, el Perseverance transfirió a una sección de su interior el tubo de muestra, con el número de serie 266, y su cargamento marciano. Allí realizó mediciones y obtuvo imágenes del núcleo de roca. A continuación, selló herméticamente el tubo, tomó otra imagen y almacenó dicho tubo. (Fuente: NCYT de Amazings)

El telescopio espacial James Webb a punto para ser transportado a su lugar de lanzamiento

Tras completar con éxito sus pruebas finales, el telescopio espacial James Webb, de la NASA (agencia espacial estadounidense), la ESA (Agencia Espacial Europea) y otras instituciones, está siendo preparado para su envío al sitio desde el que se le lanzará al espacio.

Los equipos de ingeniería han completado la extensa serie de pruebas del Webb en las instalaciones de la empresa Northrop Grumman.

Tales pruebas se diseñaron para garantizar que el observatorio científico espacial más complejo del mundo funcione tal y como está diseñado una vez comience a operar en el espacio.

Ahora que las pruebas del observatorio han concluido, han comenzado las operaciones para el envío al lugar de despegue. Esto incluye todos los pasos necesarios para preparar al Webb para un viaje seguro a través del Canal de Panamá hasta su lugar de lanzamiento en el puerto espacial de Kourou, Guayana Francesa, en la costa nordeste de Sudamérica.

Mientras se llevan a cabo las operaciones de envío, los equipos situados en el Centro de Operaciones de la Misión Webb, en el Instituto de Ciencia del Telescopio Espacial (STScI), en la ciudad estadounidense de Baltimore, seguirán comprobando y revisando la compleja red de comunicaciones que utilizará en el espacio. Las pruebas realizadas hasta ahora con esta red han validado su capacidad para enviar órdenes al nuevo telescopio espacial.

El telescopio espacial James Webb posee un poder escrutador sin precedentes y, si todo va bien, realizará observaciones que muy probablemente resolverán diversos enigmas de la astronomía. (Fuente: NCYT de Amazings)

El proyecto Galileo para buscar huellas de tecnología extraterrestre

La capacidad tecnológica humana de escrutar el cosmos está creciendo a niveles tan altos que ya comienza a ser plausible intentar ir un poco más allá de la búsqueda de señales inteligentes extraterrestres (SETI), que está limitada esencialmente a buscar pautas artificiales en emisiones de ondas del espectro electromagnético. El nuevo campo de búsqueda se centraría en buscar pautas artificiales en cuerpos físicos, a fin de discernir si el origen de tales cuerpos extraños o de algunas de sus estructuras es artificial.

Un ejemplo del tipo de trabajo al que se enfrentará esta clase de investigación se tuvo con la visita a nuestro sistema solar del asteroide interestelar Oumuamua, un objeto del todo inusual. Finalmente se confirmó que se trata de un cuerpo natural, pero la ciencia tuvo que enfrentarse a una situación desconcertante y compleja, para la que pocos investigadores estaban preparados. Las observaciones astronómicas revelaron características de Oumuamua tan extrañas que desafiaban todas las explicaciones convencionales. Eso situó a la comunidad científica ante el dilema de poder justificar la existencia de Oumuamua recurriendo exclusivamente a explicaciones que implicaban fenómenos naturales nunca antes vistos, o bien especular con la posibilidad remota de que Oumuamua fuese una antigua nave alienígena u otro objeto artificial extraterrestre, recubierto por el polvo cósmico acumulado durante muchísimo tiempo.

Un grupo de científicos ha decidido poner en marcha una iniciativa multiinstitucional e internacional para realizar investigaciones de este tipo y acumular experiencia. Esta iniciativa, el proyecto Galileo, la dirige el profesor Avi Loeb, de la Universidad Harvard en Estados Unidos, quien es conocido también por la gran popularidad que han logrado sus libros sobre los agujeros negros, las primeras estrellas, la búsqueda de vida extraterrestre y el futuro del universo.

Loeb también ha estado colaborando últimamente en el diseño preliminar de un observatorio de ondas gravitacionales que estaría situado en la Luna, el GLOC (Gravitational-wave Lunar Observatory for Cosmology).

El proyecto Galileo fue presentado recientemente al público con la colaboración de la Universidad Harvard.

Además de investigar cuerpos extraños a distancias interestelares, el proyecto Galileo también rastreará el espacio cercano a la Tierra, por si acaso hubiera algún objeto artificial no humano, activo o ya en ruinas, dejado intencionadamente allí por alguna civilización extraterrestre. Descubrir hipotéticos satélites artificiales alienígenas con tamaños de menos de 1 metro que pudieran estar observando la Tierra, por ejemplo desde órbitas polares a cientos de kilómetros de la superficie terrestre, puede resultar factible a partir de 2023 con el Observatorio Vera C. Rubin (VRO).

Los científicos del proyecto Galileo planean diseñar algoritmos avanzados y sistemas de inteligencia artificial que puedan ser instalados en telescopios, sin necesidad de que estén situados fuera de la atmósfera terrestre, para ayudar en las detecciones.

Si se diera el caso de que alguna civilización extraterrestre cercana a nuestro sistema solar emplease técnicas de camuflaje para evitar ser detectada, aún existirían algunas estrategias para detectar anomalías delatadoras en su planeta, si bien ello requeriría telescopios enormes y muy sofisticados en la Tierra.

En el proyecto Galileo solo se contemplarán las explicaciones de la “física conocida”. No se recurrirá a hipótesis sobre una “física alternativa”.

El proyecto Galileo no participará en intentos retroactivos de analizar imágenes o datos de radar que ya fueron investigados en su momento, ni especulará sobre avistamientos de objetos voladores no identificados ni otros fenómenos aéreos no explicados, ya que la especulación no conduce a explicaciones científicas validadas y basadas en pruebas.

El grupo de investigación del Proyecto Galileo tendrá como objetivo identificar la naturaleza de objetos interestelares similares a Oumuamua así como de otros objetos extraños, incluidos fenómenos aéreos no explicados, utilizando el método científico estándar basado en el análisis de datos científicos que se recogerán utilizando instrumentos fiables. Los análisis se realizarán con plena transparencia y los datos analizados estarán disponibles públicamente.

Tal como argumenta Loeb, la abundancia recientemente descubierta de planetas en las franjas orbitales de sus respectivos soles en las cuales el calor recibido de estos permitiría la existencia de agua líquida en la superficie de mundos bajo las condiciones adecuadas, hace que la comunidad científica no pueda seguir descartando como imposible la existencia de civilizaciones extraterrestres con un grado de desarrollo tecnológico que se manifieste con objetos artificiales o modificaciones artificiales de cuerpos naturales que resulten lo bastante grandes como para ser detectables por instrumentos situados en la Tierra o cerca de ella. Por ejemplo, algunos de los telescopios espaciales que entrarán en servicio en un futuro próximo, incluyendo el telescopio espacial James Webb (JWST), tendrán un poder escrutador sin precedentes. (Fuente: NCYT de Amazings)

Descubren cuatro posibles planetas sin estrella

Últimamente se han vuelto muy comunes los descubrimientos de planetas que giran alrededor de otras estrellas. Sin embargo, un planeta de fuera de nuestro sistema solar no tiene que estar necesariamente en órbita a otra estrella o astro masivo. Los planetas sin estrella, llamados también planetas “errantes”, “nómadas” o “huérfanos”, no giran en torno a ninguna estrella sino que describen trayectorias más o menos constantes en torno al centro de la galaxia, como hacen las estrellas. Estos planetas “independientes” han sido un tema tocado por la ciencia-ficción, pero en los últimos tiempos han dejado de ser una mera especulación para convertirse en un hecho cada vez más aceptado como común.

Ahora, los resultados de un análisis de datos recolectados durante observaciones realizadas por el telescopio espacial Kepler de la NASA apuntan a la posible detección de cuatro de estos planetas sin estrella.

El estudio, llevado a cabo por el equipo internacional de Iain McDonald, antes en la Universidad de Manchester y ahora en la Universidad Abierta, ambas en el Reino Unido, utilizó datos obtenidos por el Kepler en 2016. Durante una campaña de dos meses, Kepler escrutó un sector del firmamento en el que hay millones de estrellas. Ese sector está cerca del centro de nuestra galaxia. El Kepler examinaba la zona entera cada 30 minutos en un intento de encontrar eventos de microlente gravitacional, bastante inusuales.

Las lentes gravitacionales son un efecto en la observación que se produce porque la presencia de masa deforma el tejido del espacio-tiempo y observando desde la dirección precisa se percibe una intensificación de la imagen comparable a la que ejerce una lente. El efecto es extremo alrededor de objetos muy masivos, como agujeros negros y galaxias enteras. Pero incluso los planetas solitarios pueden provocar un grado detectable de deformación, en su caso llamado microlente por resultar mucho más sutil.

Predicho por Albert Einstein hace 85 años como consecuencia de su Teoría General de la Relatividad, el fenómeno describe cómo la luz de una estrella situada al fondo puede ser ampliada temporalmente por la presencia de otras estrellas situadas en primer plano, desde el punto de vista del observador. Esto produce un efímero “estallido” de brillo. Se estima que aproximadamente una estrella de cada millón de estrellas de nuestra galaxia está visiblemente afectada por el fenómeno en un momento dado. Los casos de microlente causada por un planeta son aún más difíciles de detectar, con la tecnología disponible actualmente.

El análisis de los datos ha revelado 27 señales candidatas a microlente de corta duración que varía entre una hora y 10 días. Muchas de ellas se habían observado previamente en datos obtenidos simultáneamente desde tierra. Sin embargo, los cuatro eventos más cortos son nuevos descubrimientos que además concuerdan con lo que cabe esperar de planetas con masas similares a la de la Tierra.

Estos nuevos eventos no muestran una señal larga, como la que puede esperarse de una estrella cercana al planeta, lo que sugiere que estos nuevos eventos pueden indicar la presencia de planetas errantes. Estos planetas tal vez se formaron originalmente alrededor de una estrella anfitriona antes de ser expulsados de su sistema solar como consecuencia de un efecto de desestabilización orbital provocado por el tirón gravitatorio de otros planetas más masivos del sistema.

Confirmar la existencia y la naturaleza de planetas sin estrella será uno de los principales objetivos del Telescopio Espacial Roman de la NASA, y posiblemente del telescopio espacial Euclid de la ESA (Agencia Espacial Europea), ambos optimizados para buscar señales de microlente y a ser lanzados al espacio en un futuro no muy lejano.

En el caso del telescopio espacial Roman, unas simulaciones ejecutadas el año pasado por el equipo de Samson Johnson, de la Universidad Estatal de Ohio en Estados Unidos, permiten pronosticar que detectará cientos de planetas sin estrella.

El estudio realizado por el equipo de McDonald se titula “Kepler K2 Campaign 9 – I. Candidate short-duration events from the first space-based survey for planetary microlensing”. Y se ha publicado en la revista académica Monthly Notices of the Royal Astronomical Society.

Hallazgo ayudará a probar teoría de formación de planetas

París. Astrónomos detectaron un disco de gas y polvo alrededor de un planeta extrasolar, descubrimiento considerado un paso esencial para verificar las teorías actuales sobre la formación de planetas y satélites.

Esta observación comenzó en 2018 al descubrirse PDS 70b, un planeta en formación orbitando la estrella PDS 70, ubicada a 370 años luz de distancia en la constelación de Centauro.

Al año siguiente, los astrónomos detectaron allí por primera vez un disco de gas y polvo que rodeaba un segundo planeta, PDS 70c, descubierto con el Very Large Telescope (VLT) del European Southern Observatory (ESO).

Al combinar estas observaciones con las realizadas por el radiotelescopio ALMA, los científicos asumieron que el disco de materia permitiría la formación de lunas alrededor de PDS70c.

Nuevas observaciones de ALMA

Hoy, nuevas observaciones realizadas con ALMA presentan la clara detección de un disco en el que podrían formarse satélites, dice Myriam Benisty, astrónoma de la Universidad de Grenoble y autora principal de un estudio, publicado ayer en The Astrophysical Journal Letter.