Por Alicia Yolanda Reyes
Chabelita tiene 87 años, hasta antes de la pandemia se mantenía vendiendo en la calle pan casero, que ella misma elaboraba, su marido estaba postrado desde hacía 10 años por enfisema pulmonar, EPOC y otras complicaciones producto de su adicción al tabaco, aunque tenía una pensión del IMSS, nunca aportaba nada al gasto familiar.
Hace año y medio el señor falleció y un hijo ayudó a la viuda a tramitar la pensión en el IMSS, eso le dio un respiro económico.
El hijo mayor también fumó desde muy joven y tiene enfisema, hace unos días tuvo que ser hospitalizado y Chabelita quien tiene problemas de movilidad le tocó cuidarlo durante el día en Centro Médico, regresaba muy cansada y estresada porque “pensé que mi hijo se moría en cualquier momento”.
Finalmente lo dieron de alta y le enviaron un condensador y un tanque de oxígeno para que lo mantenga conectado día y noche, y le explicaron que es solo un paliativo, que en cualquier momento puede fallecer.
Chabelita dice que es muy doloroso ver sufrir a su hijo, igual que le tocó con su marido, y se queja de que por más “que les decía que dejaran ese vicio” no lograba nada.
Paty a su vez vivió durante casi 20 años una situación similar, su marido inició en el tabaquismo en la adolescencia, varias veces intentó dejarlo sin éxito, a los 50 años tuvo su primer infarto durante la fiesta de 15 años de su hija mayor.
“Pensábamos que no sobreviviría, pero fueron 20 años de tres infartos más angina de pecho etc.
Le colocaron primero un marcapasos, después un stendel se mantuvo bajo supervisión médica constante, y Paty “con el alma en un hilo” esperando el desenlace.
Los dos últimos años fueron entradas y salidas al hospital, fue perdiendo su capacidad motora e incluso intelectual, y finalmente falleció.
El dolor de estas mujeres, y las familias ante la pérdida de un ser querido lo causan las tabacaleras con su promoción de productos que saben que tarde o temprano llevaran a la muerte de más del cincuenta por ciento de quienes lo consumen
Actualmente promueven cigarrillos electrónicos, en presentaciones vistosas, colores que llaman la atención de las y los jóvenes, como una forma de engancharlos.
Lo más grave es que la publicidad de estos productos asevera que no son “tan dañinos” y que es una forma de abandonar el hábito tabáquico cuando esto es falso.
Por decreto presidencial está prohibida la importación y comercialización de estos productos, pero se siguen ofertando en plazas comerciales, internet, estéticas, y hasta en puestos de periódicos, sin que exista una autoridad que ponga un alto (aliciayolandar@hotmail.com