Leonel Argüello Yrigoyen, médico Epidemiólogo
La muerte es una certeza que todos compartimos, pues vamos a morir tarde o temprano. Qué pasa desde el punto de vista médico es lo que compartiremos, pero antes veamos las principales causas de muerte que varían según el país, pero a nivel global o mundial y en muchos países, incluyendo Estados Unidos y América Latina, existen patrones comunes.
Las principales causas de muerte en mujeres son las enfermedades cardiovasculares (infartos, insuficiencia cardíaca), accidentes cerebrovasculares (derrames), cáncer (especialmente de mama, pulmón, cuello uterino, y colorrectal o del intestino y recto), enfermedades respiratorias crónicas (como EPOC o enfermedad pulmonar obstructiva crónica), Diabetes, complicaciones del embarazo y parto (más común en países en desarrollo), Alzheimer y otras demencias, infecciones respiratorias bajas como neumonía, enfermedades hepáticas y lesiones accidentales como caídas o accidentes de tráfico.
Las principales causas de muerte en hombres son las enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, cáncer (pulmón, hígado, próstata, estómago), enfermedades respiratorias crónicas, Diabetes, lesiones accidentales (tráfico, caídas, laborales), cirrosis hepática, infecciones respiratorias, violencia interpersonal y suicidio.
Las mujeres viven más tiempo, pero son más propensas a morir de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Los hombres tienen mayor riesgo de muerte prematura por causas externas como violencia, accidentes y suicidio. Algunos tipos de cáncer son específicos o mucho más comunes según el sexo (mama en mujeres, próstata en hombres).
Ahora veamos que sucede en la vida y la muerte.
Mientras estamos vivos, nuestros órganos trabajan de forma coordinada para mantenernos conscientes, activos y saludables. Por ejemplo, el corazón late entre 60 y 100 veces por minuto en reposo, bombeando unos 5 litros de sangre por minuto. Los pulmones nos permiten respirar aproximadamente 12 a 20 veces por minuto, llevando oxígeno a las células. El cerebro consume el 20% del oxígeno corporal y regula todos los procesos vitales. Los riñones filtran unos 50 galones de sangre al día. El hígado realiza más de 500 funciones, incluyendo la desintoxicación y la producción de proteínas esenciales.
La muerte es un proceso, no un instante. Aunque puede parecer repentina, muchas veces el cuerpo se apaga gradualmente. Aquí algunos de los cambios fisiológicos típicos son que el corazón se detiene (paro cardíaco), deja de bombear sangre, lo que priva de oxígeno a todos los órganos. Sin oxígeno, las células comienzan a morir en cuestión de minutos. La respiración se vuelve irregular, a menudo se presenta un patrón llamado “respiración agónica”, con jadeos espaciados y profundos. Finalmente, la respiración cesa por completo. El cerebro colapsa en 4 a 6 minutos sin oxígeno, las neuronas comienzan a morir. Las ondas cerebrales disminuyen y luego desaparecen. Los órganos dejan de funcionar, el hígado, riñones y demás sistemas internos se detienen, uno por uno. El cuerpo comienza a entrar en un estado de descomposición celular.
Comprender la muerte no solo ayuda a perderle el miedo, sino también a valorar más intensamente la vida. Respiramos unas 20.000 veces al día sin pensarlo, y nuestro corazón late más de 100.000 veces cada jornada. Detenerse a pensar en ello nos invita a vivir con más presencia, gratitud y propósito.