Cuando los científicos vieron por primera vez en un microscopio al SARS COV2, ante sus ojos apareció la imagen de una corona. Desde entonces, todo el mundo habla del nuevo coronavirus que genera la COVID19, enfermedad que fue notificada por vez primera en Wuhan, China, el último día del año 2019.
El origen del surgimiento del SARS COV2 sin embargo, sigue siendo un enigma, aunque para la mayoría de los medios es asunto cerrado y replican lo que sus intereses defienden: que surgió de China, el mayor competidor comercial de Estados Unidos. Casualmente, los más poderosos líderes políticos también han sido bastante precavidos en ir más allá, a pesar de que China al denunciar una campaña difamatoria en su contra ha invitado dos veces a los expertos de la OMS a realizar en China el rastreo de los orígenes del virus. En agosto de este año China acusó a los servicios de inteligencia estadounidenses de fabricar un informe carente de evidencias fehacientes. “Su propósito no es otro sino utilizar esta cuestión para echar la culpa a China, eludir sus propias responsabilidades y diseminar un virus político”, remarcaba la declaración oficial.
Pero, ¿cómo para qué cambiar de idea si el mundo entero repite lo mismo? Quienes hemos seguido de cerca el desarrollo de esta pandemia y hasta nos hemos contagiado alguna vez y sobrevivido a ella, sabemos que no se trata de cualquier virus, pero sí uno muy fuerte, cuyas secuelas pueden llegar a ser de largo aliento. Tal vez por eso es que hay expertos más aventados que sin miedo enfrentan hipótesis, distintas a las de Estados Unidos. Es el caso de Simón Colmenarez, Especialista en Neurociencia y Reingeniería Human, autor de 8 libros – entre ellos 2 best sellers-, Profesor Postgrado en Inteligencia Militar, y Asesor en Conflictos No Convencionales y Guerras de V generación. A Simón, como a muchos, les sigue dando de qué pensar la contagiosidad, enfermedad y muertes que se registraron entres soldados estadounidenses y sus familiares durante los juegos militares de octubre de 2019 celebrados en Wuhan, China (CISM Military World Games). Se sigue preguntando qué pasó con la investigación requerida por el Congreso a la Secretaria de Defensa Nacional sobre la infección de los soldados estadounidenses en base a la Ley de Autorización de Defensa Nacional de 2022 – cláusula 1052 -? También le pone en alerta la celebración en octubre de 2019 del “Evento 201”, organizado por el Centro Johns Hopkins para la Seguridad Sanitaria en asociación con el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates. Este ejercicio buscó simular lo que se avecinaría si llegara al mundo una pandemia de grandes dimensiones. ¿Tenían los organizadores de “Evento 201” algún conocimiento secreto sobre el virus, como se ha sugerido? Ellos aseguran que no, “porque el mundo había visto un número creciente de eventos epidémicos”, pero la simulación se basó justamente en un coronavirus, causante de una enfermedad respiratoria que mataría a 65 millones de personas. Y ciertamente, existen otros coronavirus como el SARS que causó brotes en 2002 y 2004 o el MERS, pero ninguno llegó a ser pandemia.
Otro enigma sin resolverse es, según Simón Colmenares, por qué Estados Unidos, entonces presidido por Donald Trump, no respondió las dudas de la comunidad internacional sobre el laboratorio biológico de Fort Detrick y las más de 200 bases de experimentos biológicos estadounidenses realizados fuera de su territorio. No nos olvidemos, dice, de los incidentes de laboratorio a través de los años, que involucran ántrax, influenza aviar altamente patogénica, y hasta la viruela.
El origen desde mi punto de vista es de laboratorio, dice Simón Colmenarez y agrega que no son hechos nuevos. Cada vez que surge una crisis en Estados Unidos, como lo fue la inmobiliaria en 2008 – que lanzó a miles de miles sin techo a dormir en las calles- , Estados Unidos algo inventa para desviar la atención mundial. Fue el caso de cómo mágicamente surgió una gripe derivada de un cochino. “Es importante destacar que para esa fecha países sudamericanos como Bolivia y otros, habían pagado sus deudas y no querían saber nada del Banco Mundial, pero cuando empezaron a circular fotos de personas con mascarillas se generó mucho miedo y estos países inmediatamente pidieron créditos al Banco Mundial para comprar Tamiflu, identificado como la solución al problema. Así que se volvieron a endeudar y compraron Tamiflu al laboratorio Gillead. Luego, en 2009 se detectó que era una especie de gripe, pero los países ya estaban endeudados. Fue un buen ensayo, para Estados Unidos y sus laboratorios, claro. La historia ha evidenciado como ensayan también usando como carne de cañón a latinos y afroamericanos enviándolos a las guerras”.
A este experto no le extraña que una vacuna contra la COVID19 haya surgido tan rápido en medio de la boyante pandemia. Tampoco le sorprende que a finales de 2019 los cañones se volvieran hacia China señalándola como punto de despegue del Sars cov2. A su juicio, Estados Unidos ha lanzado una guerra no convencional contra China, tras los litigios por su Mar Meridional, la unión de China con Rusia (con una nueva etapa de la Ruta de la Seda modificada), y con el país asiático en alianza con la petrolera Venezuela, apunta Colmenares, esperanzado de que los enigmas algún día se resuelvan