Leonel Argüello Yrigoyen, médico epidemiólogo
La música es una forma de expresión universal presente en la cultura humana desde siempre, y su influencia va más allá del entretenimiento, afectando profundamente la salud mental y física.
Entre los impactos positivos de la música en la salud, se destaca la reducción de la ansiedad y el estrés. Escuchar música suave o clásica induce un estado de relajación al disminuir los niveles de cortisol, mejorando así el estado de ánimo y la calidad del sueño. La terapia musical se utiliza en la rehabilitación y el tratamiento de condiciones neurológicas, como el Alzheimer, estimulando el cerebro y mejorando funciones cognitivas como la memoria y la atención. También ayuda a controlar el dolor y a reducir la ansiedad.
La música puede activar áreas del cerebro relacionadas con la creatividad, facilitando la generación de ideas y la resolución de problemas. Además, motiva a las personas a hacer ejercicio, mejorando la salud cardiovascular. Algunas mujeres utilizan música durante el trabajo de parto para manejar el dolor y la ansiedad, lo que eleva su ánimo y combate la depresión prenatal, impactando positivamente en el bebé.
La música también actúa como un vínculo social. Participar en actividades musicales, como tocar en una banda o asistir a conciertos, fomenta la interacción social y crea un sentido de comunidad, esencial para el bienestar emocional. Sin embargo, hay también efectos negativos asociados con la música. Escuchar a volúmenes altos, especialmente con auriculares, puede causar daño auditivo permanente y llevar al aislamiento social, limitando las interacciones. Algunas letras pueden provocar tristeza o ansiedad, especialmente en momentos difíciles.
En contextos laborales o de estudio, la música puede ser distractora. Algunas personas pueden desarrollar una dependencia emocional hacia la música, usándola como forma de escape de problemas, lo que puede llevar a evitar situaciones que requieren atención y resolución.
La relación entre distintos tipos de música y la salud varía según el género y el contexto. La música clásica tiene efectos calmantes y ayuda a mejorar la concentración y el sueño. Géneros alegres como el pop y la música dance elevan el ánimo y son ideales para hacer ejercicio. La música relax o chill-out promueve la meditación y alivia la ansiedad. La música rock o intensa proporciona energía, aunque su exceso puede generar estrés. La música instrumental fomenta la concentración, mientras que la música tradicional fortalece el sentido de identidad y pertenencia.
La música de meditación, por su parte, es útil para la relajación profunda y la introspección, ayudando a reducir la ansiedad. La música de lamento, aunque puede intensificar la tristeza, también puede ser terapéutica, permitiendo a las personas procesar emociones difíciles.
Es esencial disfrutar de la música de manera saludable y consciente, aprovechando sus beneficios y evitando sus riesgos. En definitiva, la música puede ser una aliada en el camino hacia una mejor salud mental y física, siempre que se utilice con moderación y reflexión. Cada persona reacciona de manera diferente, por lo que es importante elegir la música que mejor resuene con nuestro estado emocional y contexto.